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domingo

El ojo de una manzana


Una manzana dentro de una semilla se hace de la realidad como la flor abierta y sin sombrilla, Como ver las cuentas que se mueven mientras los capullos se mudan.
Como cuando callamos, y entonces las cosas dejan de suceder para dejarnos a nosotros sucediendo;
Estamos,
¿Dónde estamos?.

Las nubes bajan y disipan,
La voluntad, cohesión de lo constelado;
Las cuentas son ahora las burbujas, mar entero percibido.

Hacemos figuras desde los elásticos, nuestros dedos.
Entonces un deja vu es el que se avienta,
Ese es también el lenguaje del cuerpo.
La presencia latente sin presencia,
Somos manzanas dentro de semillas.

Réquiem de bolsillo -canto dos-


Había querido esconder las lágrimas en mis bolsillos hasta que la noche las deshiciera,
Hasta que nadie me viera verlas lo haría,
Lo haría antes de aventarlas al puente,
Antes de enterrarlas, de volverle la cara hacia atrás.
Habría querido hacerlo,
Pero antes de hacerlo algo pasó,
Se quebraron las intenciones y como agujas ensangrentadas traspasaron de su lugar,
Se corrompieron, bebieron de la insolencia,
De su desolación escaparon sus rejas abruptas, ilusorias y casi inocentes,
De su muerte vivieron otras muertes,
De su vida agonizó su muerte,
De lo inocuo se hizo lo incurable.

Y así, al concretarse la fuga inesperada, me equivoqué...
Callé...
Caí...
Erré al descubrirme,
Lloré,
Volví,
Tal como seguir con los pies atados en la herida firme.

Y ya no fui el que quería hacerlo,
Nunca supe si desde ahí fui separado de los almacenes y los vendajes,
De los embriones de las nostalgias, risas y carruseles,
Nunca supe si desde las lágrimas habían nacido las ciudades,
Sus asfaltos de pena, de amor enarbolado, sus broqueles;
Si desde ahí la espiral quitó sus pantuflas para estirarse decidida, nunca lo supe,
Nunca supe si desde ahí la sal se hizo la línea de la mano que ahora se expande, dulce, destino.

Nunca lo supe,
Porque ahora ya he salido a buscarte.

sábado

Lo mismo tras la pared


Hace un rato, vi una araña en la cocina y el temor a que ella me hiciera daño me hizo querer matarla. Luego de mirarla unos segundos, pensé en lo estúpido que era creer en que una araña caminando por la pared de la cocina era una amenaza; “aunque esta araña es venenosa, más venenosa es la idea que tengo de sus intenciones” – pensé. La miré unos segundos más, soplé sobre ella, intenté tocarla con un tenedor y luego le dije que no la mataría. Guardé el tenedor y fui a mi habitación a escribir. De pronto, veo una araña caminar por el piso de la habitación, y sin pensarlo dos veces la pisé. Guardé silencio culpable. Entonces voy a la cocina para ver la araña en la pared, pero ya no estaba.

¿No era el mismo que hace un rato hablaba con ella acerca de mis miedos? ¿No era ella misma también? ¿No somos todos lo mismo, las arañas, las cocinas, las habitaciones y los temores?