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miércoles

El delirio de Narciso



Siempre es peligro inminente para el guerrero caer preso de su propia imagen. Es inminente por los mil disfraces con que el yo se refugia y prepara sigiloso su ataque, sin excepción, en el lugar que más nos duele. Desde su madriguera, ubicada en los recovecos de nuestra vida pasada, espera el momento preciso para atraernos a su laguna, llenándonos de agasajos, golpecitos en la espalda y felicitaciones por lo mucho que hemos crecido, lo mucho que hemos aprendido de la existencia y lo bueno que somos en comparación al mundo. Tal como Narciso es engañado por su propio reflejo, somos embaucados constantemente por la falsa y ególatra idea de que ya nos hemos librado para siempre del gran mal del mundo: La importancia personal; sin darnos cuenta de que en la primera sílaba de nuestra declaración libertaria, se encuentra el primer eslabón de la gran cadena que continuamos llevando a cuestas. -!Yo soy libre!, !A mí no me pueden engañar!-, nos atrevemos a decir. Pero: ¿Quién es en realidad "Yo", quién es "Mí", quién es "Me", ¿con quiénes estamos hablando cuando sostenemos estas frases?. Pareciese ser que eternamente nuestro diálogo interno nos invita alimentar nuestra mente, a abotagarnos con mórbidas ideas de que somos jueces de la libertad, portadores de la verdad absoluta y amos de la conciencia, siendo que detrás de todo ese festín del ego, se encuetra el germen de nuestra esclavitud. Por eso tan importante detener el diálogo interno, por eso parar el mundo.
Para Don Julián la importancia personal es un monstruo de mil cabezas y hay tres formas de enfrentarse a él y destruirlo: cortas una cabeza por vez, dejas de alimentarlo para que muera de hambre o mueres simbólicamente. De aquí la importancia de tener cuidado en lo que pretendemos ser, porque es ahí donde se incuba silenciosamente este monstruo indeseable. Un constante acecho a si mismo y la recapitulación de nuestras vidas son claves en esta constante batalla contra la imagen de sí.
Soltar las amarras, soltar con ligaduras del mundo; dejar de ser quienes éramos y al fin ser quien realmente somos. Vencer al Narciso que arrastramos, cerrar nuestros círculos y abandonar nuestro reflejo, abandonar por siempre la laguna del ego, levantar nuestra vista y notar que el pájaro de la libertad justo pasa sobre ti.

Mucho intento

3 comentarios:

marcia dijo...

uf¡¡que potente, que cierto, ¿cuantas veces me veo en eso?, alimentando a mi ego con lo mucho que he crecido, sintiendome incluso superior a otros....y sabes? siendo super poco consciente de esta trampa del ego...gracias, mil gracias por tu reflexión

te seguire visitando

Viajera dijo...

que cierto lo que escribiste.... da un poco de escalofrios pensar en eso.... si uno no pone cuidado el ego te atrapa y de a poquito te va comiendo... su secreto es hacerte creer que eres tu el que se lo come a el...
es un desafio y una lucha interminables.... un abrazo!

Mónica Sabbatiello dijo...

Qué post!!!
Para mi es más fácil no hacer frente al ego -se crece-, sino actuar desde otro lado. Desde la mente más interna, instintiva, funcional, y no prestarle atención, a la mente que gira en sí misma, la que rumia, la egocéntrica pensante.
La mente pensante no puede autosuprimirse. Sí la atacas directamente vuelve con más fuerza.
Suzuki dijo que tras la iluminación no hay diferencia, salvo que la persona iluminada camina sobre la tierra, mientras que la que no lo está, lo hace a cinco centímetros de la misma. Esos cinco centímetros son las acciones de la mente pensante.