Un hombre siente su paso latir desde sus ojos, los siente al despertarse una noche mientras jugaba a contemplar el camino; el hombre descubre sus sentidos con eterno asombro y descubre que detrás de él hay otro quien vigila siempre más calmo, siempre más desprendido. El otro se acerca al hombre y susurra a sus oídos, metamorfosea imágenes y recuerdos que evocan pasajes de ayer, pero que extrañamente también le invocan presentes por recorrer. El otro se acerca, mira sus manos y se torna multicolor. Es entonces cuando el hombre se convierte en el otro, lo hace porque el otro también es el hombre, porque siempre lo ha sido, siempre fue el hombre que despierta el infinito en su paso y que abre su pecho en cada silbido que viento le ofrece en su andar.
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martes
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2 comentarios:
Una idea tan borgiana: el yo duplicado. Me gusta. Me hallo en esa fragmentación.
Un beso
Musa
¿Dualidad...?
Muy interesante.
Un abrazo
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